Arquitectura "Cuerpo a Cuerpo"
Arquitectura «cuerpo a cuerpo»
La plaza de los Amantes en la ciudad de Teruel: un trabajo de José Ignacio Linazasoro
LUIS FRANCO LAHOZ
El arquitecto José Ignacio Linazasoro, premio “Piranesi Prix de Rome 2014” a la trayectoria profesional y ganador ese mismo año, en colaboración con el también arquitecto Ricardo Sánchez, del concurso para remodelar la Puerta del Sol de Madrid, ha concluido recientemente el acondicionamiento de la Plaza de los Amantes en Teruel, añadiendo otro espacio público a una larga trayectoria que se inicia con la plaza de San Juan en Irún y que, entre otras intervenciones, incluye la remodelación de la plaza Agustín Lara de Lavapiés en Madrid y la de la plaza de la catedral de Reims.
Buena parte de las plazas de las ciudades antiguas, incluso de aquellas que se muestran como más unitarias, se han ido conformando a través de diferentes episodios constructivos acompasados con el devenir de la ciudad. El paso del tiempo y la acumulación de historia han hecho que la ciudad consolidada sea una realidad de naturaleza compleja que ha de interpretarse prestando atención a cada uno de los conflictos urbanos, constructivos, sociales o económicos, que emanan de esa complejidad; por ello, para intervenir responsablemente sobre el palimpsesto que es la ciudad antigua, no basta con recurrir a un gesto compositivo directo e indiferente, por más que en un primer momento el resultado pueda parecernos inspirado y brillante, y se hace necesario interpretar las claves formativas de estos espacios como la respuesta dada a las condiciones y conflictos específicos que tuviera su entorno y al papel urbano que estaban llamados a jugar en cada momento, y elaborar las nuevas propuestas participando de la lógica de intervención derivada de esta lectura del lugar.
El trabajo de Linazasoro en Teruel tiene su origen en el concurso convocado para resolver un pequeño vacío del casco histórico que está estratégicamente situado entre la plaza del Torico y la Iglesia de San Pedro, con su espléndida Torre mudéjar y el Mausoleo de los Amantes. Linazasoro decía en la breve memoria que acompañaba a su propuesta del concurso que ni la leyenda de los Amantes ni la proximidad al Mausoleo le sugerían “espectacularidad”, sino más bien “un espacio sin retórica que hiciera hablar al lugar”, y proponía conformar una plaza caracterizada por el tratamiento específico propuesto para los dos límites perimetrales que permanecían sin resolver, el lado de la casa Hinojosa y el situado ortogonalmente bajo la Torre de San Pedro.
El jurado que seleccionó su trabajo compartía estos criterios, pero las bases del concurso habían omitido inexplicablemente la existencia de un Plan Especial, previo y vigente, que imponía la condición ineludible de disponer de un local comercial bajo la casa Hinojosa y a la cota de la plaza. Esta determinación del plan resultaba ser absolutamente incompatible con el plano inclinado y la lámina de agua que Linazasoro proponía para resolver ese costado de la plaza. Sin embargo, este inesperado acontecimiento abrió un tiempo de reflexión que le permitió reconsiderar la manera de mejorar la circulación y la conexión entre dos entornos históricos que están separados por un desnivel de más de cinco metros.
Ahora, cuando ya podemos comparar la propuesta inicial [Fig.1] con el resultado final, parece evidente que las modificaciones efectuadas han mejorado la solución inicial, y que para hacer más fluida la circulación era necesario reubicar la escalera del concurso y encontrarle un sentido específico que fuera más allá de su estricta razón funcional. En efecto, si en la propuesta del concurso la escalera se alojaba discretamente en el interior del muro de zócalo de la Torre, en la solución definitiva la escalera se ha singularizado en un costado de la plaza y se ofrece abiertamente al peatón para solventar con continuidad el desnivel existente [Fig.2]. La estrategia general sigue siendo directa y eficaz, y el vacío central se sigue entendiendo como una plaza plenamente urbana, pero a los dos frentes que caracterizaban la plaza se les ha añadido una escalera exenta que organiza una secuencia perimetral que se convierte en el motivo central de la propuesta. La solución estructural volada y la separación con el edificio colindante enfatizan la presencia de la escalera, pero si su trazado se quiebra ligeramente, cambia de anchura y gira, no es sólo para ayudar a formalizar una pieza singular y urbana, también lo es para hacer más fluida la circulación hacia una terraza pública situada a cota intermedia que, junto con el porche que provoca en la planta baja, crean las condiciones adecuadas para extender por la plaza la actividad comercial que estaba prevista por el Plan Especial.
Linazasoro provoca un eficaz contraste entre el tratamiento dado al frente de la casa Hinojosa y el dado al muro que actúa como zócalo de la Torre. Por un lado, la profundidad de la terraza situada delante de la casa Hinojosa desplaza la fachada del edificio a un segundo plano, dejando que la figura, continua y dinámica, que componen la terraza y la escalera se dibuje sobre el fondo de la casa, enfatizando con ello la condición itinerante de las piezas de este frente. Por contra, el muro responde al carácter de basamento y contrapone su masiva presencia a la liviana profundidad de la terraza, tiene la altura precisa para amortiguar discretamente la cruda presencia de la puerta del Mausoleo, y su acusada proporción horizontal, apoyada por las de la fuente, el banco y la albardilla de piedra que lo remata, encuentra su contrapunto en la verticalidad de la Torre mudéjar.
Es frecuente escuchar la opinión popular de que el ladrillo es lo más adecuado para mimetizarse con la arquitectura tradicional aragonesa, y de que los aplacados que imitan muros de piedra contribuyen a mantener una atmósfera monumental, pero Linazasoro propone una respetuosa coexistencia de toda la arquitectura que concurre en la plaza, incluso de la más reciente, y se mueve en campos compartidos por el rigor intelectual y objetivo de lo abstracto y la riqueza expresiva de la figuración. La aproximación al tono y textura superficial de la Torre que consigue con el hormigón chorreado del muro, la lectura de la cerámica mudéjar que hace en la fuente, o los cilindros de piedra que utiliza a modo de balaustres para monumentalizar la escalera, demuestran una vez más que es posible hacer arquitectura contemporánea en entornos históricos interpretando sus referencias en clave abstracta, y que la deseable diacronía entre la arquitectura nueva y la histórica se puede lograr sin necesidad de recurrir a un dramático contraste entre ambas. Con la clara determinación de insertar su trabajo con naturalidad en el devenir de la ciudad, añade sin estridencia otro episodio constructivo a la plaza, esta vez valorando y dando una respuesta útil a las expectativas del entorno, y utilizando para ello únicamente los recursos arquitectónicos precisos, tanto por claridad e higiene intelectual como para evitar cualquier actitud manierista, ya fuera por exceso como por defecto. Nada hay en esta intervención que sea trivial o retórico, pero tampoco falta nada, nada exagera el gesto, cada cosa responde a la estrategia general y al problema que le atañe en la escala próxima. Sin duda que detrás de este trabajo podemos encontrar una decidida voluntad, ética y de servicio, que elude cualquier estrategia escapista de la realidad y se materializa en una tenaz implicación en el “cuerpo a cuerpo” con todos los problemas que detecta. Esta manera de hacer impregna toda la resolución constructiva y material de la plaza, y así la solidez y durabilidad prima sobre modas o tendencias, y las cualidades expresivas se desprenden del modo racional de construir o surgen de las oportunidades que ofrece el uso eficiente de cada material, ya sea a la hora de trazar el despiece del pavimento, ensamblar piezas o resolver juntas entre ellas, preparar encofrados o diseñar elementos estructurales, conseguir texturas superficiales, adaptar el trazado a las irregularidades del lugar elaborando con ello un gesto expresivo, u ocultar las luminarias para perfilar con luz la geometría de cada elemento.
El resultado final es un espacio definido y comprensible que se muestra como una unidad coherente [Fig.3], y no como un aglomerado de soluciones inconexas, en la que cada parte atiende por igual a las circunstancias del lugar, a las necesidades derivadas de su destino y a las condiciones constructivas y materiales, y que muestra cómo la prudencia y la neutralidad expresiva son necesarias para insertarse con respeto en un entorno histórico consolidado.
La plaza de los Amantes no es críptica ni sigue modas evanescentes, y la silenciosa distancia de respeto que establece con lo histórico la hace atemporal porque el silencio no tiene tiempo ni época; pero al mismo tiempo es indudablemente moderna, no tanto por ser una pieza novedosa, sino porque establece otro tipo de relación entre el objeto y el sujeto que lo contempla y así el ciudadano que atraviesa la plaza sin prejuicios, al no poder recurrir a las certezas de lo conocido, se ve impulsado a juzgar lo que experimenta desde una perspectiva distinta. Sin embargo, frente a la condición de pureza y autonomía del objeto que reclama la clásica filiación moderna, esta plaza está benéficamente contaminada por su entorno y acepta la hibridación de lenguajes para crear una “atmósfera del lugar” y un microclima contemporáneo dentro de la ciudad histórica que puede ser percibido y disfrutado por todos. La plaza no se somete a un patrón canónico previo, y cualquier referencia académica ha quedado modificada por su contacto con la realidad con el objetivo de que la vida urbana transcurra con naturalidad. Este modo de proceder, que asume dispositivos y poéticas arquitectónicas con criterios de idoneidad no formalistas para dotar de cualidades ambientales y atmosféricas al espacio urbano, la acerca a aquella acepción de lo clásico que se refiere al uso de criterios de intervención consolidados y aceptados, que el ciudadano profano, colocado como protagonista, puede percibir y compartir desde su más noble sentido común, y que como marco de referencia para la compresión de este tipo de intervenciones se acaba incorporando felizmente al acervo cultural de Teruel junto a otras intervenciones precedentes y también afortunadas en la Plaza del Torico y en el Paseo del Óvalo.